¡Los limpialacenas! Esos
parientes lejanos que sacuerdan de tu persona cuando llega el veranico y
entonces te vienen a visitar, con una alegría chacho, que paece que duermas con
ellos tól año en el minmo colchón. Un encariñamiento, unos arepretujones,
unos besos babosos, los bolsillos entaratañaos y sin una mala perra gorda.
Este año nos ha visitao el
viejarrancano del duende Faustino, un primo peñazo de mi pare duende que se
quedo tiniente con un mal follonazo de su exparienta duenda “la asorrata”, y se
trajo consigo una morenaza jaquetona con un par de agarraderas, que ríete tu
del botijo orejón de mi tío duende Manolo. Al tontaina del Pascualón le dieron
dos vueltas de campana los baleos cuando la vio y a mí me levanto el…animo de una manera impezonante.
El zurrón de mi duenda suegra que
está mu desanchá la señorona, les hizo pasar a mi setica y yo que creía que no
iba a cargar ya con una maleta hasta el año que viene, pos toma seis maletones
más y un pañuelico tienda. ¡Que llevaría la tía pendona en su maleta que pesaba
como un templo!, oler no olía a muerto, pero yo hubiera jurao que llevaba en
ella a “la asorrata” corta a trocicos. A mí eso me se quedo clavao, yo tenía
que enterarme de lo que llevaba, porque una chavala asín con un canco como el duende
Faustino, que ahora le gustaba, ya ves a la vejez tostones, que le llamaran Tino,
me paecía mú raro.
Mi duenda suegra tiro la seta por
la ventana, venga perniles, venga quesos, chorizo, vino y puso la mesa que
paecía una boda, ¡no le gusta destacar ni ná a Doña coliflor!
Pos haya que vamos tos y nos sentamos
pá cenar y aquí la Mari Pepa me se sentó enfrente con toa la pechuga al aire y aprovechando
que mi duenda se hubia ido al amasador me empezó a meter pie por debajo de la
mesa camilla. Pero ¡ay periñan! cuando llego a las partes blandas que por aquel
entonces ya estaban más duras que el cocote Cristo, pegue una surtía con tan
mal tino, que al Faustino Tino le puse el potaje de sombrero. ¡Chacho la que la
lie!, mi duenda suegra me empezó a chillar y yo con la cosa más tiesa que un
ajo, al volverme, con el rabo, tire la jarra del vinico que hubía traído mi
duenda, también, con tan mal tino que fue a parar al escote de la Mari Pepa de
mis amores. Toma blusica moja, toma pezones al viento, ¡toma leñazo de mi
duenda!
Dimpues de la meloná me toco
dormir en el sufa, con un calentón de tres al cuarto y con un comecome con la
dichosa maleta que, disinquieto, me levante a licinciar lo que llevaba dentro y
en esas que me encuentro a la zopenco con un salto de cama de ¿periquín ves al
padre? en medio del pasillo.
!Me cagüen¡, me sabalanzo y me puso las tetas en
toa la cara, empezó a chuparrajearme tó el cuello que me lo dejo sin roña, me
dio besos hasta en el carné de identidad y cuando echo mano al manubrio oigo
que me tosen en la oreja ¡coñio mi duenda suegra! los gritos se oyeron hasta en
la Alquería, se levanto el Faustino Tino, mi duenda y medio vecindario.
-Chacho, primo Faustino Tino – les dije-
¿pero es que no os quedáis pá vendimiar?
Y sin mediar palabra salieron de
raspa de mi setica, eso sí, con las
banastas llenas de jamones, quesos, vinicos, chorizos y un marco de plata, la
cubertería del ajuar de la yaya duenda, la zafa de mi duenda, el orinal que le
regale a mi duenda suegra por la Navidad, dos mantelerías bordás y un sinfín de
cosas que estaba guardando yo pá la herencia de mis futuros duenecillos.
¡Si hubía sabió yo esto como es
capaz!
Mia tu por ande y de mala manera,
un día dimpues mentere yo pá que quería la pájara las maleticas del copón, pá
limpiarnos de una viajá no solo la lacena, si no la setica al completo.
Los martingalas hubian echo de
las suyas con varios parientes y haya
que se fueron con tres quilos más en la panza, el caracolico arranao y los
faros luciérnaga altos, muy altos del peso que llevaban.
Dimpues de dos collejas y un
sopapo mi duenda me perdono la fichoría y volví a dormir en mi catre. Eso sí,
la Mari Pepa se llevo muncho, pero con las prisas se dejo el salto de cama de periquín
y aunque me cueste, que me costara, yo se lo tengo que ver puesto a mi duenda,
que es la que de verdad, de verdad, me calienta el pescuezo, la cama y la vida.
EL DUENDE