jueves, 11 de julio de 2013

TIRARSE A LA BARTOLA



Quien con zagales sacuesta, cagao se levanta y asin llevo yo dende que al ejraciao de mi  duende suegro le dio por ejar a su cagarrin a la puerta de mi setica. Los trapos, las papillas de harina requema, mocarreras, pelfas, escupinajos, pucheros… ¡acho esto es un sinvivir!, repijo y que no me pueo mover de mi güiscano, que ahora con la calor a mi duenda le da miedo no sea ca la criatura le dé un ambustion y se nos ponga malico el bicho, ¡ya lo que nos faltaba!  Deseandico estoy de agarrar las vacaciones, quel ojete destar asentao en el poyo me saquedao como el rapín de la Bartola, colorao y desenchao.



¡Cá!, la Bartola, mia questaba buenorra la duenda. Era de mi quinta y no me digas como era el color de sus ojos pero tenía las tetas como dos albardas. Tós los zangamingos en la eda del pavo íbamos etras della pá ver quien tenía la suerte de agarrar mondongo.  Pós se fue a fijar en “el alcacil” un monicaco con cara de amargao, tasaico y dejalichao como el solico y quedaron al caer de la acequia pasas las doce de la madrugá. Pós yo que mentere del plan me las remilgue pá cá la noche no sencontraran y le puse dos petardazos etras de la mercedora a su yaya duenda, questaba tomando tan ricamente el fresco a la puerta de su setica. A la pobretica  siunpoco mas y le da un jamacuco y aquel se tuvo que quedar al cuidao de la yaya, a falta de los pares questaban en el campo cogiendo malacotones.



A las doce menos veinte me tenías camino de la acequia hecho un pincel, con muda limpia, repeinao con limón y con el azogue metió en el cuerpo. Yo miedoso nunca he sio pero campaneando menos cuarto se oyó un chillio que mescagarrice vivo, eche a correr monte abajo y me tropecé, pegándome un batacazo de tres pares de cojones y sollejandome toas las rodillas. Rulando, rulando, me tope con “el perzuño” un amigo elfo de toa la vida, llevaba los calzones bajaos y cagandose en tós los santos me conto que la Bartola había quedao con él a las doce menos cuarto y a menos veinte, más salió quel rabo un cazo como el chache, llego a la acequia y  se lancontró con otro arriscanando. Lo tenía tó calculao la pendón desorejao, cada cuartico de hora tenía que tirarse a un bausán, pero le salió mal la jugada y la pillaron con las manos en la masa o, en otras partes del cuerpo duendil o, elfil.



Y yo que pensaba que tirarse a la Bartola era difícil, cuando la zopenco tenía ya el rastrojo andao y bien requeté andao.

Eso fue mu sonao, la Bartola a la fin se quedo preña de pare desconoció, icen cun buen día cogió su pañuelico de tienda y se fue a la Francia, naide mas ha vuelto a saber della, pero yo cada vez que llegan las vacaciones y alguien dice aquello de “tirarse a la Bartola”, macuerdo de la zagala, del batacazo y del mondongo que nunca cate y… ¡a Dios gracias, señores, a Dios gracias!




EL DUENDE