Pos eso es lo que grite yo dende
el andamio el día que conocí a mi duenda ¡!que rebonica!!. Una duenda más
hermosa, tenía unos ojos que no le cabían en la cara y unas lagañas que no le cogían
en los ojos, manque pá que les voy a engañar, a mi eso no me importo muncho,
porque desde allá arribota yo me fije en otro par de cósicas güenas. Como estaría
tan embobao que me esfarre y pegue la costala desde la cuarta rama dun
almendrero, me dejo pasaó el golpazo en la curcusilla el culo y tres meses de
baja con un esjince y la gobanilla rota. ¡!Pero coñio mereció la pena!!.
Quien me iba a icir a mí que aquello
era una señal del cielo pá que mi duenda dispues de escoñarme se encariñara
conmigo, pero asín fue. Con solo un roce tonto de manos me las tenia que indilgar toas las noches pá amañearme la cosa en mi catre, porque de
endiñar ná de ná, lo de recarcar el hornazo no llego hasta que pasamos por el
casorio. Mia tú por ande eso lo teníamos en común con los humanos, !que ejraciaicos
éramos leñes!, mia que nos perdimos las mejores.
Manque en aquellos tiempos, que
no son los de ahora ni muncho menos, algún fastanma se subía a los caminicos
con el ciento veintisiete pá ver si le sacaba o le metía algo a la novia, !ya
ves tú ! como no iban entonces enfajas, eso del hilico por el ojete no existía
entoavia y si existía seguro que nengún zanguango de aquellos hubía visto un
hilico ojetero en su vida y las zagalonas que nenguna quería salir preñá, !que
dijusto pá la familia!, pos se cuidaban bien de que el fastanma de turno no
consiguiera ni tan siquiera meter miedo.
Mia que gozaba licinciando por los cristales empañaos pá ver
el mondongo de alguna, pero ni yo, ni el noneras conseguíamos ná, el tonto laba
se volvía a meter los aldones y nos íbamos más calientes que el palo un
churrero.
Que me lo digan a mí que aquello tenía
hasta taratañas el día del estreno. Un duende vive munchos años más que un
humano, hasta ahí vamos bien, pos imagínense tantos siglos sin catar, que
cuando le endiñe la almaina mi duenda se esmayo, le dio un paparajote que yo me
escagarrice vivo, ¡la madre duenda que la pario!, que es mi duenda suegra, que está
viviendo más que el culo un mortero en el quicio una puerta. No tenía ni pajolera
idea de lo que hacer y no se m´ocurrió otra cosa que endiñarle otra vez el
perzuño. Y ¡chanchas maranchas! aquella abrió los ojos como dos panes de kilo y
medio, le cogió tal gusto que paecía que tenía el rastrojo andao, chacho me quede
con menos fuerza que el follonazo un choto, me pase tres días con las
cencerretas metías en una zafa. !Pero coñio, volvió a merecer la pena!
Ahora las cosas has cambiao
muncho pá tós, ya no digo que sea pá mejor, ni pá peor, solamente que paece que
tós los bordelancanos tenga el rastrojo andao y no solo en lo de endiñar, si no
en tó y hay veces, solo a veces, que eso hace que vuelva a merecer la pena…!!Coñio!!.