Eso le dije al cornuo de mi primo
peñazo Faustino Tino, el limpialacena que me dejo tiritando la setica, pero no
se la visto el pelo por ningún ribazo al mariconazo, claro no me puedo cagar en
él, porque hasta sin bacín me dejo el ejaraciao.
Como tós los años nos amos a
mendimiar el terraje que abancalo mi bisagüelo duende con su unicornio y mia que
nos cuesta arrincar, pero una vez que nos montamos tos los duenecillos en el
carro con una buena gachamiguica con orugas en el cuerpo, ya no hay quien nos
pare, ni los témpanos helaos, ni los ardachos del camino.
A nusotros nos viene bien, mia tú
por ande que como semos pequeñicos nos llegan las cepas por la caeza y no nos
dan riñonas como a ustedes los humanos.
Mi duenda suegra llevaba ya una
semana con atranque y a media mendimia le dio por cagar, se agachapo detrás de
un risco y allí soltó lo de la semana y lo del mes, pero el zurrón de peos se
cago en el zagalejo y no veía la ñorda por ningún lao y claro con la
preocupación encima nos vino a contarnos la pasá.
–Coñio – le dije yo- Usted busque que la
pestuza esta y si hay bada, hay ñorda.
Dimpues de atiforrarnos las
patatas en caldo que nos guiso la guarda casera elfa, en el sestero de la tarde
con tó el asorratao, cuando eso olía a perro muerto, descubrimos el pastel,
poco le falto pá hacerle un altar cuando la vio. Nunca un zurullo había sio tan
buscao y tan aplaudío como aquel.
Aluego a la noche, manque estemos
tós arcansinaos, nuestra tracamundana no nos la quita nadie, si es lo mejor que
tiene la mendimia. La compaña cantando y bailando, la bota el vino corriendo de
mano en mano, las patatas fritas a pelotón, que mia que están buenas las jodias
y los mantecaos de aceite. El tío duende Manolo tocando la zaranda y el amencio
del Pascualón, que el atontolao no sabrá hacer otra cosa, pero ha nació pá la
pisa, rascando la botella de anís. Los mergos de la malcasa duenda Pepa que se
afinco en el pueblo hace años, bailando apretaos con mi sobrina duenda la
Visalmo (Visi pá los amigos y arrejuntaos) que se ha separao del guarro de su
novio elfo. Hasta que llega el ambustias de turno, le pega un alborgonazo al
candil y tos a dormir.
En las noches de mendimia hace
rasca pero yo procuro aburujonarme bien al orico de mi duenda y antes de que me
diga “veste páya que me das calentor” la sorprendo con un ababol colorao reventón
que se le caen los palos del sombrajo. Paece que he acertao y esa noche manque
paezca una regartija con el rabo cortao, le endiño mi amor por los cuatro
costaos de su cuerpo serrano. Menos mal que la mendimia tiene sus cosas güenas
y por lo menos un piacico de encariñamiento he tenio este año, veremos a ver
que no depara la mendimia del año que viene.
EL DUENDE.
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